viernes, 9 de marzo de 2012

La luz del desengaño

No hay como el desengaño para acabar con la amistad o el amor. Nada igual para tornarlos en aborrecimiento y luego en indiferencia. Ni siquiera otro clavo saca mejor ese clavo que queda, a veces  incluso, largo tiempo.

Ni nada hay como descubrir la traición para desengañarse. No importa si infiel fue pareja o amigo: La infidelidad al compromiso, a la palabra dada, es un golpe tal a la expectativa sobre aquel en quien se confiaba ciegamente, que catapulta al traidor al otro platillo de la balanza de un solo golpe, sin posibilidad de retorno al lugar original una vez descubierta.

El conocimiento adquirido en el desengaño de la traición, como el conseguido en el infortunio, es, si lo  aprovechamos bien, una piedra de toque de increibles efectos en nuestra vida, un punto de inflexión de aprendizajes únicos sobre nosotros mismos. Una experiencia que ha de ser vivida en toda vida tarde o temprano, y que hemos de aprovechar para asimilarla, sentirla y memorizarla. Para no olvidar que se siente ni por qué se siente. Para crecer y evolucionar.

Porque es en el recuerdo del dolor y la tristeza donde se mide la alegría. Es en el recuerdo del engaño donde quedan para siempre lastres como la culpa, la incomprensión o la añoranza. Es en la lucidez del desengaño donde se origina el desapego, el calmo desinterés, pasadas la niebla de la melancolía, y la tormenta de ira y el desprecio.

Es en ese momento de lucidez cuando vuelve a clarear realmente el cielo.

miércoles, 7 de marzo de 2012

¿Sabías que el examen no existe en la legislación educativa española?

Pues no. El examen, piedra angular del sistema escolástico, resorte de poder, de coacción y de validez para determinar lo que el alumno sabe, no existe como concepto ni como procedimiento didáctico en el Sistema educativo español

Sin embargo persiste, y con fuerza, en el Sistema, girando en torno a él las emociones básicas del clima escolar y la adquisición de la competencia, haciendo del alumno un consumidor pasivo de formación. Los exámenes, someten de tal forma al alumno y al profesorado a espasmos de alta tensión emocional, que han sido calificados por la OMS como periodos críticos para la salud del ser humano.

El examen es tan resistente que debilita todo el músculo del sistema: Impide la innovación y encorseta a todos. Altera a alumnos y familias. Y lo peor de todo es que no sirve para valorar nada. Solo tiene una ventaja: es económico en tiempo y material: un folio, un bolígrafo y equis minutos para todos.  

Es sorprendente que a pesar de los avances metodológicos en educación de los últimos años, todavía subsista el vicio del memorismo que tiene su justificación y su meta en el control de las adquisiciones mediante exámenes basado en lo que el alumno recuerda, no en lo que sabe, y mucho menos en lo que sabe hacer.

Pero la escuela activa es indudablemente más incómoda que la escuela memorística y libresca, y es aquí donde radica probablemente la principal causa de la resistencia que se observa en ciertos casos a la innovación metodológica: La comodidad.
                                          
Es con estrategias como los Planes Personales de Trabajo con las que el examen, como concepto y como procedimiento, pierde toda razón de ser, todo motivo de subsistencia, para ser definitivamente erradicado del proceso de enseñanza-aprendizaje, y sustituido por metodologías útiles para la evaluación y mejora de los aprendizajes.